portada

SOBRE LA AUTORA

Lidia Blánquez, terapeuta multidisciplinar con veintisiete años de experiencia, dirige el centro Lidiabiosalud en Barcelona. Está formada en naturopatía, medicina tradicional china, medicina ortomolecular, microscopia nutricional de campo oscuro, biomagnetismo, neuropsicología biomagnética y respiración consciente, entre otras terapias. Es formadora Zen de meditación y coach de vida. Basa su práctica profesional en el higienismo y es especialista en el papel de los ayunos a la hora de tratar todo tipo de enfermedades.

Lidia Blánquez desarrolla también una actividad solidaria significativa personalmente. Fue creadora de la ONG Confianza Solidaria y ahora, con su nuevo proyecto Fundación Lidia Blánquez, tiene la esperanza de ayudar a las personas sin recursos que necesitan otro tipo de acompañamiento en su salud.

Diseño de portada: Jordi Labanda

Diseño y maquetación de interior: Toñi F. Castellón

© de la edición original

2019 Lidia Blánquez

© de la presente edición

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29006-Málaga

España

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«No entiendes realmente algo a menos que seas capaz de explicárselo a tu abuela».

Albert Einstein

«La evolución es la fusión del conocimiento
con la sabiduría».

Lidia Blánquez

AGRADECIMIENTOS

A mi marido por su gran amor, generosidad y la entrega incondicional de su vida a mi propósito de existencia. Por su falta de pereza en la cocina y por su permanente disposición a nutrirnos y amarnos a través de ella. Desde siempre y para siempre, muchísimas gracias por quererme tanto y tanto. Te amo, gracias.

A mis maravillosos y grandes maestros que son mis hijos por su comprensión, tolerancia y gran respeto hacia mi labor y mi entrega al mundo. Espejos mágicos, os amo hasta el infinito y más allá.

A mi padre, mi inmenso y precioso entrenador personal, que ofreció y ofrece su vida por su gran amor a nosotros. Me encantaba cómo nos cocinabas de pequeños. Muchísimas gracias, papi, por tu humildad y enseñanzas. Te quiero muchísimo.

A mi genuina y gran madre sabia por mostrarme que en la vida todo es posible y que solo con mostrar interés y amor hacia las pequeñas cosas se puede conseguir todo y más. Nos admiramos mutuamente. Tienes pasión por alimentarnos a todos, y lo haces con todo lo que eres capaz de crear y con tu capacidad de sorprendernos. Muchísimas gracias, mami; te quiero muchísimo.

A toda mi gran familia, que está muy unida (suegros, hermanos, cuñados, sobrinos, etc.), por vuestro amor y comprensión, y por la paciencia que tenéis conmigo. Gracias por ser el mayor campo de entrenamiento de todo lo que he aprendido, símbolo de valores y tesoro que preservar por el profundo sentido humano que contiene. Os quiero.

A mis sabios abuelos, que en el pasado y más allá de lo tangible me han enseñado tantísimo. Muchísimas gracias por vuestro amor y respeto, siempre.

A mi maestro de mi amada enseñanza Zen, desde el amor incondicional, por todo lo vivo que compartió con la humanidad y que sigue presente en cada uno de nosotros. Muchísimas gracias, pues intento honrar lo que me recordaste a través de mis actos y mi conciencia diaria.

A todos aquellos que caminaron junto a mí en algún momento de mi existencia y que mencioné en mi anterior libro Del ayuno a la conciencia. Muchísimas gracias por lo generosos que habéis sido conmigo.

A todos aquellos que me acompañan en el momento presente y muestran el gran amor incondicional que sienten por mí y por lo que verdaderamente soy:

Especialmente a mi querido y admirado Jordi Labanda, maestro de sabiduría eterna y persona de gran sensibilidad y conciencia, con unos principios y valores que ha sabido preservar más allá de los tiempos. Gracias por aportar tanta magia y elegancia con tu maravilloso estilo y los magníficos diseños que se han materializado como las fantásticas botellas de mis caldos, las magistrales cajas de mis infusiones, mi preciosa web de Lidiabiosalud y mis futuros brebajes y formulaciones. También por tu apoyo a la hora de dar forma a mi escritura y hacerla más inteligible para el mundo. Gracias por proteger la matriz de la vida y darle color; imprimes tu alma a todo lo que tocas y creas. Muchísimas gracias, querido Jordi, por querernos tanto a mí y a la vida.

A Ingrid, mujer de amor incondicional infinito que me ha apoyado en todo momento en la creación de este libro por medio de entregarme su tiempo, presencia y paciencia. Muchísimas gracias por ser una campanilla llena de frescura, entusiasmo, magia y luz, y por tu alma noble y sincera. Eres un amor y lo sabes.

A Ana María Lajusticia, mujer a la que profeso admiración infinita por su buen hacer con la vida y por su entrega, tenacidad, persistencia, coherencia y más cualidades. A sus 94 años, es un ejemplo de vida y un tesoro viviente de la humanidad. Es como una niña maravillosa que ve diariamente, en sus libros de bioquímica, una nueva posibilidad para aliviar el sufrimiento de los humanos. Transmites esperanza, ilusión y amor por la vida. En nuestra conversación vislumbré tu preocupación por el futuro inmediato de la salud y por la necesidad de cuidarse mucho para mantenerla. Has aportado tanto al bien común que eso te hace maravillosamente grande. Maestra, es para mí un verdadero honor que hayas escrito el ­prólogo de este humilde libro, al que honras con tu presencia y sabiduría. Muchísimas gracias, siempre.

A mi equipo maravilloso y genuino de Lidiabiosalud por su amor incondicional y angelicalmente humano. Actualmente lo configuran Ana, Emérita, Manuela, Rosa y Paula. Nuestro propósito fue crear el cielo en la Tierra y lo hemos logrado. Amáis a las personas sin límites, os entregáis, lo dais todo y más. Todo el mundo se nutre de ello y siente que ha llegado a su casa cuando entra por la puerta. Trabajáis por la coherencia y el amor a la vida y por ello sois un faro de luz en la noche oscura del alma para tantas y tantas personas. Sois maravillosas y es un honor para mí compartir, como familia, la vida con todas vosotras, y que crezcamos juntas en el ejercicio del propósito de vida con el que estamos comprometidas. Os quiero desde siempre, más allá de los tiempos. Somos una. Y también somos uno con los guardianes de las puertas, Santi y Jordi, a quienes queremos por cuidar con tanto amor de nuestro día a día.

A personas como Anna, con quien nos reímos tanto con el concepto de envasar a la abuela; a Maleni (mi ángel), a Jérome y a Mamacita por su amor incondicional; a Blanca por cuidarnos personalmente con tanto amor; a Alejandro, Rubén, Imma, Dolors y Tote.

A los grandes y sabios maestros que me enseñaron y me enseñan tantas cosas: Teresa F., Josep P., Marysol S., Marie C., Pablo, Montserrat P., Isabel B., Isabel C., etc.

A Antonio de Sirio por seguir dándome la oportunidad y confiando en mí, donde quiera que esté, a través de su amada Pilar, Gracia y su maravilloso equipo (Giovanna, Francesc, etc.). Y a Vicky de Nirvana, en México, por su apoyo incondicional.

A todos mis maravillosos libros de vida que son mis pacientes. Mencionaré solo unos cuantos, entre los muchísimos que podría citar de muchos países: Paula, Albert, Teresa, Beatriz, Franco, Lindsey, Kathya, Fina, Yolanda, Isabel, Natalia, Ivana, Anna, Josep, Kamal, Isabel, Maria, Sergio, Elena, Luis Enrique, Charo, Francina, Julia, Andreu, Pilar, Ariadna, Laura, Cande, Adela, Ricardo. Gracias de todo corazón.

A las sabias abuelas guardianas de las recetas que ofrecieron medicina y consuelo a tantas personas desde el principio de los tiempos. Ellas son las responsables de haber cuidado de la vida y las portadoras, a través de su cocina, de nuestras tradiciones y costumbres más sagradas, parte de las cuales han llegado hasta el día de hoy. Muchas gracias.

A todos aquellos que apuestan por la creación de mi futura Fundación, que ayudará a personas sin recursos a tener acceso a los remedios de medicina natural que necesiten.

A Internet, que me ha acercado a otras culturas y tradiciones a través de mis maravillosos pacientes de muchas partes del mundo.

A la vida, al universo, a Dios, a la fuerza creadora que me hace sentir que estoy viva más allá de los tiempos a través de todo el mundo y de todos aquellos que me rodean. Muchísimas gracias por darme cada día la oportunidad de seguir al servicio de la vida.

Y a ti, lector. Ahora y siempre, tu felicidad es mi felicidad.

PRÓLOGO

Agradecida a Lidia Blánquez por la consideración que tiene hacia mí, incluso abrumada por sus elogios, dedico unas palabras a presentar el libro que tienes entre las manos, que estoy segura de que te va a encantar.

Comulgo con Lidia en muchas cosas pero, sobre todo, cuando dice que la dieta es algo aburrido.

Antiguamente hacer dieta era comer de forma limitada debido a una enfermedad, pero hoy en día hacer dieta es algo casi cotidiano, y está asociado a una especie de castigo; la palabra dieta incluso resulta malsonante.

Lo primero que las abuelas supieron que era saludable restringir fue la sal. En cuanto a las grasas, antiguamente ya se sabía que engordaban, pero la gente las comía, con la idea de que eso les permitiría sobrevivir y preservar la salud si venían épocas de escasez. Estoy pensando en las guerras carlistas, en las que realmente faltaban los ­alimentos y la gente engordaba para cuando dejara de haber. De hecho, en Alemania se buscaban las mujeres más gruesas porque duraban y aguantaban más; eran como una bendición para las épocas de hambre.

Tener conciencia de que los tiempos han cambiado es fundamental para comprender que estamos en otro momento de la historia de la humanidad y que nuestra evolución dependerá del uso que demos a los alimentos según el sentido que tiene cada uno de ellos en nuestra vida.

Es cierto que a las personas mayores nos gusta seguir las tradiciones y preparar y comer lo que se hacía en casa de nuestras madres y abuelas. Ellas vivieron en una época en la que nadie pensaba que la mantequilla era una grasa saturada que, además, contenía colesterol (un auténtico desconocido para nosotros hace setenta años). Pero nos gusta seguir tomando lo mismo que entonces en una época en la que no lavamos la ropa ni la vajilla a mano, ni tendemos las sábanas y toallas con el esfuerzo que había que hacer entonces por la cantidad de agua que llevaban; además, la ropa que usamos abriga de verdad, y tenemos calefacción tanto en los vehículos en los que nos movemos como en los lugares a los que vamos.

¿Qué nos toca hacer en consecuencia? Traducir las recetas de entonces a un idioma más evolucionado. Las recetas ancestrales seguirán siendo prácticamente las mismas, pero cambiaremos las grasas saturadas por aceites, reduciremos la cantidad de azúcar en los postres y, sobre todo, informaremos hasta la saciedad sobre qué significa hoy en día llevar una alimentación saludable, dadas las circunstancias de los tiempos en los que vivimos.

Ana María Lajusticia

INTRODUCCIÓN

VOLVER A LOS ORÍGENES

En los tiempos actuales se está alterando y perdiendo la semilla original que yace en todos los humanos y que nos hace genuinos. Esto nos lleva a la degeneración como especie, que se concreta en manifestaciones como el cáncer a nivel físico, y como la individualidad (y la consiguiente soledad) a nivel emocional.

La sociedad actual es mucho más débil que las anteriores, en general, y en todos los niveles de la existencia. Hay muchas más enfermedades degenerativas y crónicas, e incluso la calidad del esperma del hombre ha bajado muchísimo, a partir de la carga tóxica que alberga el organismo del ser humano moderno.

La sociedad corre más que nuestros cuerpos. Todo lo exterior ha evolucionado muy deprisa, pero las células básicas de nuestro cuerpo siguen estando como estaban hace ya unos años, y para adaptarse a lo nuevo se necesitan otros tantos años. Estamos hablando de mucho, mucho tiempo. Así que más nos vale tomarnos las cosas con calma, porque si nos sobreesforzamos para mantener el ritmo de los tiempos, vamos a descarrilar. La estrategia tiene que ser otra.

Para resituarnos y avanzar con sentido, antes tenemos que pararnos, recargarnos de la información en positivo que nos hizo llegar hasta aquí y, con humildad, reconocer todo lo que corre por nuestras venas. Hay que rescatar todo lo que hemos heredado a través de los tiempos, pues nos dio la fortaleza y la vida que nos han permitido estar aquí hoy.

En cierto sentido, hay que volver a los orígenes. Esto significa caminar sobre nuestros pasos recogiendo todo lo que nuestros ancestros dejaron de legado. Pues negar que gracias a lo que fuimos estamos hoy aquí es casi ridículo. De una forma u otra contenemos genéticamente las cargas de nuestros antepasados, y es con esta sabiduría heredada e innata que debemos conectar a través de la propia intuición. En nuestros días toca rescatar lo más puro de nuestros abuelos y su medicina tradicional, que era sobre todo preventiva.

Cuidarnos es nuestra obligación para dejar de ser una carga para nuestra pareja, nuestros hijos, nuestro jefe, el estado, el mundo. Ello pasa, entre muchas otras cosas, por alimentarse de manera óptima. Esto es posible y más fácil hoy en día, pues antes había que basarse en gran medida en la intuición para comer de forma saludable, mientras que hoy tenemos un amplio conocimiento de todo lo que contienen los alimentos.

PRESERVAR LO GENUINO Y ORIGINALMENTE HUMANO

Preservamos la genética original de las semillas creando bancos para estas, pues el uso de transgénicos, pesticidas y la «plaga humana», entre otras cosas, están destruyendo lo genuino. ¿Y las semillas originales de los humanos? ¿Las estamos guardando? ¿Qué es lo que nos hace humanos? ¿Cómo podemos preservar lo genuino y originalmente humano a través de los tiempos? ¿Se puede envasar nuestra esencia? ¿Quizá congelarla? ¿Te has parado a pensar en hacerlo? ¿Te has sentido responsable de esto, igual que reciclas tu basura y tienes conciencia de ello para preservar la Tierra?

Podemos conservar ese algo que nos da la vida, nos conecta, nos mueve, nos conmueve y nos hace evolucionar si somos capaces de tomar conciencia de ello, somatizarlo y anclarlo en nosotros en el día a día. Hay que cocinarlo diariamente, comer de ello y darlo a los otros. Para poder hacer esto, hay que SER.

Y ¿qué es SER? Para «elaborar el caldo llamado SER» tienes que usar ingredientes tales como el amor incondicional, la conciencia, la sabiduría, la honestidad contigo mismo, el perdón, la aceptación, la comprensión, la confianza, la benevolencia, la tolerancia, el respeto, la libertad (desde el punto de vista de dejar de juzgar), la humanidad, etc. Este «caldo» debes tomarlo todos los días antes, durante y después de las comidas.

Si todos hacemos y tomamos esta bebida, que es una expresión de lo que verdaderamente somos, la especie humana y aquello que nos envuelve podrá seguir viviendo en este planeta. Lo demás es ciencia ficción. Es cuestión de ponerse a ello, de ejercer la voluntad y trabajar los ingredientes mencionados cada día, pues son los que alimentan realmente el alma. Estos ingredientes nos hacen ser poderosos, sentirnos imbatibles, comernos la vida, pensar sin límites, vivir fluyendo de forma más libre, sentir felicidad a causa de la plenitud que tenemos dentro, ser expansivos, sentirnos infinitos y unidos a todo y a todos, amar todo lo vivo, vivir con salud, aceptar todo...

Todos los ingredientes de los que estoy hablando los tienes en tu interior, así que para hacer el caldo solo tienes que poner la olla al fuego y remover continuamente, para activarlos. Mientras lo haces, sé consciente de que eres un cosmos inmenso y lo tienes todo. Cuando tu caldo esté hecho, sirve un cucharón a todo el mundo, para que podamos alimentarnos todos.

De hecho, este es el comportamiento que tienen las células que te componen, todo el rato: ellas van dando todo lo que son para que vivan las demás. Date cuenta de cuánto amor y cuánta generosidad hay en ti expresándose en tus células. ¡Vaya ejemplo nos dan! Al estar dándolo todo para el bien común y la armonía y el equilibrio del conjunto, el resultado es la salud. Lo veo todos los días con la ayuda de mi microscopio, y es fascinante.

Todos somos uno.

CÓMO ESTÁ ESTRUCTURADA ESTA OBRA

Este volumen está dividido en tres partes. En la primera se reivindica la herencia de sabiduría de nuestros abuelos, en la segunda se tratan cuestiones alimentarias y en la tercera se abordan temas de salud.

Este no es un libro de cocina, a pesar de que contiene un plan de comidas y una gran cantidad de recetas. En esta obra, hay que entender dieta en un sentido muy amplio; incluye no solo una forma de comer, sino también una forma de entender la vida y manejarse en ella. La dieta que aquí se plantea no es solo alimentaria, sino que también abarca los ámbitos emocional, mental y espiritual. Y el de la salud, por supuesto.

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EL RESCATE DE LA
SEMILLA ORIGINAL

Empezaré por contar una historia anecdótica que viví con un viejo árbol hace ya unos ocho o nueve años.

Meditando, tuve una visión. Me adentraba en una selva y allí encontré, entre unas enredaderas, los muros de un antiguo templo maya. Seguí caminando, hablando con un paciente mío. Pasamos por un desfiladero de piedras y salimos a un pequeño escampado donde nos sentamos alrededor de una especie de roca en forma de rueda de carro, que estaba como por debajo de una pirámide maya, casi invisible entre la maleza. Alguien vino a preguntarnos qué queríamos, y mi paciente pidió un licor de avellanas. Iba a tomarlo cuando de pronto alguien tocó mi hombro y me dijo: «Tú buscas a los originales, y estos los encontrarás en Tule». Mientras me decía esto, unas saetas de fuego pasaron por encima de nuestras cabezas. De hecho, tuve que agacharme para evitar que me diese una.

Jamás había visto ni oído esa palabra. Me quedé muy sorprendida. Salí de la meditación, agarré el teléfono y busqué la palabra tule en Wikipedia.

Descubrí que tule significaba ‘árbol de la iluminación’. Su nombre científico es Taxodium mucronatum y el ejemplar más famoso del mismo estaba situado junto a la iglesia de Santa María del Tule. Es un portento de la naturaleza; tiene unos 2.000 años de edad y mide más de 42 metros de altura. Este sabino (también conocido como ahuehuete) está situado en el estado de Oaxaca, en México, y es famoso por el excepcional diámetro de su tronco, 14,36 metros (el mayor del mundo), y alcanza una circunferencia de 45 metros, que difícilmente puede ser abarcada por 30 personas tomadas de la mano. ¡Puede dar sombra a unos 500 sujetos!

Miré hacia arriba y dije: «Jefe –como le llamo yo al universo–, te entrego esto, y si tengo que buscar a los originales, cuando esté preparada allí me llevarás».

Lancé eso al Jefe y dos años después me llevaba hacia allá: invitada por Editorial Sirio, fui a México a presentar mi primer libro, Del ayuno a la conciencia. Previamente a la presentación del mismo en Ciudad de México fui a Oaxaca. Antes de ver el gran árbol, el corazón ya me latía con fuerza. Sentí como si algo me atrajese a él como un imán, pero estaba lejos todavía. Cuando desde la distancia divisé esa maravilla enorme, imponente en altura y presencia, me saltaron las lágrimas, debido a su belleza. Entonces me acerqué a él, me arrodillé y toqué una de sus enormes raíces. ¡Llevaba tanto tiempo esperando ese momento!

Se hizo un enorme vacío en mi cabeza, pues sentía una emoción muy fuerte en el corazón, seguida de una presión incluso mayor. Sin poder apenas controlarlo, puse mi frente sobre la raíz, y de pronto ¡él se comunicó conmigo! Me transmitió lo siguiente: «Comunica, habla con los pueblos, porque han olvidado lo que son. Han olvidado su esencia, su especie original. Deben preservar sus orígenes y sus semillas cada uno de ellos; volver a sus raíces y compartirlas, pero sin perderlas. Desde la paz».

Quedé absolutamente anonadada. La situación me pareció una locura y pensé: «¿A quién le cuento esto y cómo lo hago?». Pero si algo he aprendido en esta vida es que las locuras son las que nos llevan a evolucionar, así que decidí fluir y ver adónde me llevaba aquello.

Emocionadísima, con confusión en la mente y entusiasmo en el corazón, me levanté y abracé a mi marido como si no hubiera un mañana y a dos amigos maravillosos mexicanos. Di vueltas alrededor del gran árbol y «oí» otra voz: «Honra al hijo como honras al padre». El mensaje procedía de otro árbol más pequeño que estaba cerca; era uno de los hijos del árbol grande, que había nacido a su lado. Abrumada, salí corriendo a abrazarlo.

Después, durante las entrevistas que me hicieron en la televisión, la radio y otros medios de comunicación en Ciudad de México, sentí toda esa fuerza del tule en mí. Al enterarme de que México es el país con un índice mayor de diabetes del planeta, por encima incluso de los Estados Unidos, no pude contenerme y los animé a cambiar las cosas, a recuperar sus raíces, su esencia, su originalidad, que debían al mundo... Los periodistas me preguntaban por el ayuno y yo les soltaba una de «originales».

Había visto sus maravillosos campos de maíz de todos los colores y quise expresarles la maravilla que sería para ellos regresar a sus orígenes, plantar y comer maíz no transgénico. «La tierra necesita que sigáis preservando lo original y que lo compartáis con el mundo», les decía. Y también: «Cada uno nacemos en un lugar para preservar y compartir lo que somos con el resto de los humanos». «Vosotros en este país maravilloso tenéis en cada esquina personas que son como ángeles que hacen jugos naturales con vuestras frutas maravillosas y variadas, frutas del paraíso. Fruta recién cortada para que vosotros la comáis y os nutráis de una tierra rica y fértil». «Tenéis una tierra tan fértil que se cae una semilla al suelo y brota sí o sí».

Hay que regresar a la esencia. Tenemos que evitar que en el mundo todos vistamos a partir de lo que nos proporcione una gran compañía de ropa, que todos amueblemos nuestras casas con muebles procedentes de la misma gran empresa, que todos bebamos lo que nos ofrece la misma gran compañía de bebidas refrescantes y que todos comamos lo que nos vende la misma gran corporación de bollos y panes.

Cuando viajas a un país vas a experimentar la energía del lugar. De esa tierra emana una historia de vidas pasadas, de las tribus y pueblos que han residido allí. Eso es lo que te inspira, lo que te impregna. De algún modo te reconectas a una parte de ti mismo que está allí de manera consciente. Toda esta experiencia ¿está escrita? Hay que vivirla.

Es como si la Tierra fuera un ser enorme y cada continente fuese análogo a un gran órgano (para mí, América Central y Sudamérica representan el corazón, Europa la cabeza, Asia el hígado, etc.). Partes de los órganos estarían representadas por los países, y las comarcas serían las células. Las ciudades y pueblos serían los microorgánulos del interior de las células.

Mi querido y admirado Roy Little Sun trata a la Tierra como un ser y siente que los humanos deberían recordar cuáles son sus alimentos principales y tomarlos para volver a ser poderosos y vibrar y vivir desde ahí. De esta forma el ser de la Tierra empezaría a vibrar más fuerte, a través sus órganos y microorgánulos, y a recuperarse. Quizá podríamos rescatar lo perdido y fusionarlo con lo mejor de la tecnología en favor de la evolución.

Comprendo que en el mundo han desaparecido los límites y que tenemos ganas de viajar, saber idiomas, aprender costumbres desconocidas y saborear recetas exóticas. Es maravilloso tener la mente abierta, aprender y compartir, pero tiene que haber una serie de humanos que preserven lo original de cada lugar. Si no eres de estas personas, como mínimo puedes apoyar a las familias que velan por esta preservación; puedes comprar sus productos de artesanía en ferias y mercados, y apoyar los pequeños comercios. Aunque estoy convencida de que hay que ir todavía más lejos y rescatar el ser original humano, la semilla original.

Curiosamente, las investigaciones y prácticas que se llevan a cabo con las células madre tienen que ver con recordar su origen al cuerpo. En el futuro, se recordará al cuerpo cuál es su imagen original, primaria, para que pueda sanar. De algún modo se captará la información esencial de cada célula u órgano y se eliminará la información que hayan recibido que les habrá hecho degenerar y distorsionarse. Esto se logrará por medio de aplicar determinadas energías o frecuencias.

En cualquier caso, hay unos seres muy especiales y próximos en los que podemos encontrar el eco del origen: los abuelos y abuelas conocedores de las tradiciones y costumbres de los lugares.

En un mundo en el que los cambios se suceden a velocidad de vértigo, aquellos que preservamos conscientemente y en cierta medida las raíces de nuestros abuelos y las hemos incorporado de alguna forma a nuestra vida seguimos aquí en pie. Nos adaptamos, y a la vez desafiamos en cierta manera a un futuro que avanza rechazando y pisando el pasado y todo lo ancestral sin consideración alguna.

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LOS ABUELOS,
TESOROS DE SABIDURÍA

¿QUÉ DESPRENDEN LOS ABUELOS QUE TANTO BIEN NOS HACE?

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