Contenido

INTRODUCCIÓN

I. LA FRONTERA ESCRITA : EL TRATADO DE 1881 Y LA DISPUTA POR LA PUNA DE ATACAMA

Un deslinde imaginario. El Tratado de 1881 y las contradicciones geográficas

El origen de un nuevo problema: la disputa por la Puna de Atacama

II. LA COMISIÓN DE LÍMITES CHILENO-ARGENTINA

La organización de la Comisión de Límites: peritos y demarcadores

La polémica entre peritos

III. UN HITO Y DOS LÍNEAS FRONTERIZAS: LA DEMARCACIÓN DEL PASO DE SAN FRANCISCO

El primer viaje de demarcación: la Comisión del Norte en las cordilleras de Atacama

El Protocolo de 1893

La revisión del hito de San Francisco. Exploraciones y debates sobre la ubicación del lindero

El valor del primer hito de la frontera chileno-argentina

IV. LA CREACIÓN DE LA 6ª SUBCOMISIÓN DE LÍMITES. EXPLORAR SIN DEMARCAR

El Acuerdo de 1896: la extensión de la frontera chileno-argentina

La creación y operación de la 6ª Subcomisión de Límites

La 6ª Subcomisión en las cordilleras del desierto

Resultados de la 6ª Subcomisión: conocimiento y representaciones sobre la Puna de Atacama

V. EL NEGOCIO DE LA PUNA DE ATACAMA

Las líneas de los peritos. Del desacuerdo técnico a la resolución política

La conferencia en Buenos Aires

La proyección de la línea Buchanan

CONCLUSIÓN

ANEXO. LISTADO DE LOS INTEGRANTES DE LA COMISIÓN DE LÍMITES CHILENO-ARGENTINA ENTRE 1891 Y 1898

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

MACARENA RÍOS LLANEZA es licenciada en Historia y magíster en Historia por la Pontificia Universidad Católica de Chile. En 2017 recibió el premio Arnold Bauer por su tesis de magíster sobre la definición del límite chileno-argentino en la Puna de Atacama.

Agradecimientos

Este libro es el resultado de una investigación desarrollada a lo largo del magíster en Historia en la Universidad Católica de Chile. En primer lugar, agradezco a Rafael Sagredo Baeza, quien fue guía de la tesis, aportando con atentas lecturas y valiosas observaciones. Además, le agradezco su característico entusiasmo y el interés que ha puesto en mi formación. Sin duda, su trabajo ha sido un ejemplo de lo que significa el quehacer del historiador, transmitiéndome la importancia de la historia, el valor de dedicarse a esta y el placer por la lectura.

Al Instituto de Historia de la Universidad Católica, especialmente a Alfredo Riquelme, Claudio Rolle, Fernando Purcell, Nicolás Cruz, Olaya Sanfuentes y Sol Serrano. A ellos agradezco no solo su calidad humana y preocupación, sino también el haberme enseñado —a través de distintas clases y conversaciones— la importancia del pensamiento crítico, la rigurosidad en la investigación y la imaginación en la historia. A José Ignacio González agradezco las observaciones que, desde el área de la Geografía, aportó a este trabajo. A Ana Aravena y Marisol Vidal, les doy las gracias por su apoyo y ayuda permanente.

También, agradezco al personal del Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de Argentina; a Máximo Farro, del Archivo del Museo de La Plata y a Odette Amigo, del Centro de Documentación de DIFROL; a Mario Monsálvez y Wilma Stuardo, de la Sala Medina de la Biblioteca Nacional de Chile. Su ayuda me permitió acceder a gran parte de la documentación en la que se basa esta investigación y, además, el trabajo en estos acervos posibilitó interesantes conversaciones sobre la historia de los límites entre Chile y Argentina. A los integrantes del Centro de Investigaciones Diego Barros Arana —Marcelo Rojas y Jaime Rosenblitt— y a Susana Herrera agradezco sus consejos, ayuda y preocupación constante durante el desarrollo de este proyecto.

A mis amigos, quienes —como siempre— estuvieron presentes de distintas maneras a lo largo de este proceso. Ellos escucharon constantemente los asuntos relacionados con esta investigación, leyeron los distintos capítulos, contribuyendo —desde diversas perspectivas— con consejos y comentarios. Incluso, el entusiasmo de algunos los llevó a acompañarme a conocer la Puna de Atacama y el hito de San Francisco; una experiencia que permitió comprender no solo la importancia de la geografía para hacer historia, sino también la dificultad de fijar un deslinde en las cordilleras del desierto. Entre ellos, especial agradecimiento a Clementina Araya, Francisca Leiva, Valentina Nicolet, Josefina Pizarro, Sofía Améstica, Rocío Urzúa, Juan David Murillo, Inés Calvo, José Araneda, Matías Hermosilla, Paula Cornejo, Camila Dinamarca, Ignacia Díaz, Francisca Espinoza, Javier Manríquez, Marcelo Casals, Catalina Saldaña, Daniela Serra, Sebastián Hernández, Mariel Rubio, Andrés Estefane, Valeria Hernández, Josefina Araos, Felipe Olivares, Carolina Pelayo y Waleska Abusada. También, a Diego Blanco agradezco las horas dedicadas a hablar de historia y los límites. Parte de esas conversaciones están plasmadas en este libro.

A mis padres, Jaime y Aurora, y mis hermanos, Jaime y Cristina, agradezco su apoyo permanente y su entusiasta participación en cada una de las etapas de este trabajo. Para ellos también esta historia y sus actores se transformaron en temas cotidianos, terminaron persiguiendo documentos y libros, y así, enriquecieron esta investigación, a la vez que la hicieron posible.

Introducción1

Durante su viaje de inspección a los territorios en litigio entre Chile y Argentina, el geógrafo inglés Thomas Holdich se refirió a la disputa que ambos países mantuvieron, a fines del siglo XIX, por la Puna de Atacama. A juicio del experto, la meseta desértica solo podía constituir “materia de discordia entre cóndores y zorros”, pues la desolación, los desiertos escabrosos, las intensas heladas y la escasez de vegetación y de agua eran algunas de las características que imperaban en las alturas de los Andes septentrionales2. Si bien la altiplanicie era representada como una realidad natural hostil, distinta fue la valoración política que se le otorgó, y durante la década de 1890 se transformó en un objeto de disputa que puso a prueba las ambiciones e intereses territoriales de Chile y Argentina, alertando a la opinión pública de uno y otro país.

Este libro explica cómo se fijó la línea fronteriza en la Puna de Atacama entre 1881 y 1905, analizando quiénes intervinieron, en qué condiciones, a través de qué mecanismos, con qué intereses y cuáles fueron los resultados. Geográficamente, la investigación se centra en la Puna, un espacio que hace referencia a la altiplanicie ubicada en los Andes centrales, entre los 18° y 27°S, aproximadamente, y que en la actualidad forma parte de los territorios de Argentina, Chile, Perú y Bolivia. En nuestro trabajo nos enfocamos en la Puna de Atacama, particularmente en la zona comprendida entre los 23° y 26°52’45”S, que fue la extensión cuya posesión se disputaron Chile y Argentina a fines del siglo XIX, y que luego pasó a formar parte de la región chilena de Antofagasta y del territorio argentino de Los Andes, el cual finalmente se fragmentó y hoy integra un sector de las provincias de Jujuy, Salta y Catamarca.

En cuanto al margen temporal, la investigación abarca desde la firma del Tratado de 1881, que fue complementado con distintos pactos que Chile y Argentina aprobaron durante los años siguientes, hasta la confirmación de los hitos erigidos en la Puna de Atacama, con la cual quedó resuelto el litigio por la altiplanicie desértica. Durante el transcurso de estos años, y como el proceso de deslinde en la Puna de Atacama lo demuestra, se pasó de la idea de un límite natural, definido por el Tratado de 1881 en la cordillera de los Andes, a una línea política, trazada en 1899 por una comisión diplomática que poco conocía de la geografía de la meseta desértica.

La cordillera de los Andes, que el mismo Holdich describió como aquella “majestuosa cadena de montañas”, que constituía “la barrera natural más espléndida que el mundo pueda exhibir o el hombre desear para sus pequeñas separaciones y nacionalidades”, fue —en el caso de la Puna de Atacama— un fenómeno geográfico cuya demarcación resultó bastante más difícil de lo que suponía la existencia de esta frontera natural3. Si en su texto el geógrafo inglés rescató las ventajas de delimitar los Estados mediante “configuraciones geográficas naturales” antes que con “líneas arbitrarias”, el ejemplo de la Puna de Atacama muestra las dificultades que supuso la definición de la frontera natural y cómo, poco a poco, comenzó a desecharse este tipo de deslinde para ser reemplazado por el trazado de líneas rectas en un mapa; un procedimiento que resultó bastante más sencillo que la búsqueda de la línea fronteriza en los Andes atacameños4. Práctica que, por lo demás, no ha constituido una novedad y que encuentra numerosos ecos en la historia de los límites internacionales, entre los que se cuenta el deslinde establecido entre India y Pakistán, la llamada línea Radcliffe, que fue trazada al finalizar la Segunda Guerra Mundial por una comisión que desconocía dicha frontera, la realidad social y cultural de esta, y que, además, determinó la línea fronteriza tomando como base mapas y censos desactualizados. Todo lo cual propició importantes migraciones y tensiones que se mantienen hasta el día de hoy5. Un ejemplo de las proyecciones que ha significado la configuración de los territorios nacionales y que permite apreciar la relevancia de analizar problemáticas como las que proponemos.

La forma en que se definió el límite internacional en la Puna de Atacama puede explicarse a partir de las características geográficas de la meseta, así como por la significación que esta realidad natural adquirió luego de la Guerra del Pacífico. La altiplanicie atacameña, hasta entonces parte del territorio boliviano, fue ocupada por Chile como consecuencia de su victoria en el conflicto bélico; sin embargo, esta zona fue cedida por Bolivia a Argentina en 1889. Un traspaso que resultó significativo, pues extendió la frontera chileno-argentina —fijada en la cordillera de los Andes— hasta los 23°S, debiendo demarcarse de acuerdo a las estipulaciones del Tratado de 1881. Un acuerdo que, como mostraremos a lo largo del libro, antes que determinar una línea de frontera precisa, admitió distintas interpretaciones según fueran las ambiciones territoriales de uno y otro país. Mientras la postura chilena defendió la divisoria continental de las aguas como criterio de demarcación, la tesis argentina sostuvo la primacía de las altas cumbres. De esta manera, el pacto estableció un problema geográfico para resolver una cuestión política: definir cuál era la cordillera de los Andes con el objetivo de fijar la línea fronteriza.

El contexto del litigio fronterizo entre Chile y Argentina transformó el conocimiento geográfico en un saber relevante por la necesidad de conocer y acumular información sobre los Andes y sus sectores aledaños, y, desde entonces, las características de la cordillera andina ocuparon un papel protagónico ante la opinión pública y la política. Las descripciones y referencias a los Andes, y por ende al límite chileno-argentino, se difundieron a través de diarios, revistas y libros, y —además— fueron discutidas en las sesiones parlamentarias y en la correspondencia de las autoridades de la época. Tomando en cuenta el papel que adquirió el conocimiento geográfico, uno de nuestros objetivos centrales es mostrar la forma en la que este fue utilizado o marginado durante el proceso de configuración de los territorios nacionales. El conflicto chileno-argentino se transformó en una disputa por el conocimiento; saber que adquirió la característica de ser flexible y adaptable a los intereses de uno y otro Estado. Este libro pretende explicar la historia de dicha controversia en las cordilleras del desierto, analizando los argumentos, estrategias, usos y, en definitiva, las prácticas por medio de las cuales las discusiones políticas se disfrazaron de polémicas científicas.

Las diversas interpretaciones del acuerdo internacional intensificaron los esfuerzos por establecer la “verdadera” cordillera de los Andes en una geografía particular como la Puna de Atacama, meseta que no solo se distingue por la variedad de cadenas montañosas que la integran, sino también por la bifurcación de estas; características geográficas que, como explicaremos en las páginas siguientes, impedían identificar el divortium aquarum o las cumbres más elevadas en un mismo cordón. En este sentido, el problema histórico de explicar cómo se determinó la línea internacional en la meseta desértica se desprende de la misma realidad geográfica: ¿cómo trazar un deslinde en el laberinto orográfico que constituían las cordilleras de Atacama?

Las particularidades que ofrecía la Puna de Atacama no eran exclusivas de los Andes septentrionales, pues también se encontraban en otros sectores, como por ejemplo, la Patagonia. Una realidad que no pasó inadvertida para los Gobiernos y hombres de ciencia que se ocuparon del trazado de la línea de frontera, y que transformó a la Puna de Atacama en un objeto de referencia y antecedente para el deslinde del límite internacional a lo largo de toda la cordillera de los Andes. Así, aquella región que tan poco atractivo ofrecía a los Estados nacionales por sus condiciones naturales adversas, se convirtió en un factor estratégico para la demarcación chileno-argentina. Fue el conocimiento geográfico sobre la meseta desértica el que alertó a los Gobiernos de uno y otro país sobre las consecuencias que podía traer la definición del límite internacional, especialmente respecto a la discusión y determinación de la línea fronteriza en la Patagonia. Mientras la mayor parte de las investigaciones sobre la disputa entre Chile y Argentina se han concentrado en la polémica por las regiones australes, este trabajo pretende mostrar que el origen del problema estuvo en la zona norte y que este fue relevante en la medida que su resolución influiría en un proceso más amplio, que decidiría el deslinde en otros espacios geográficos.

Las descripciones de algunos viajeros que exploraron la meseta desértica en la década de 1880 dan cuenta de las contradicciones que existían entre la realidad natural, los acuerdos internacionales y la interpretación de estos, factores que fueron dando origen al litigio por la altiplanicie y a la valoración de esta como espacio estratégico. En 1884, Alejandro Bertrand, ingeniero contratado por el Gobierno chileno para reconocer las cordilleras y el desierto de Atacama, clasificó en cinco zonas orográficas la región andina entre los 21° y 27°S. La tercera de estas era la Puna de Atacama, meseta que el explorador chileno ubicó al oriente del cordón andino y caracterizó como una “vasta región ondulada, cuya altitud media oscila entre 3.500 y 4.000 metros”6. Las conclusiones de Bertrand anticiparon el conflicto que, años después, se desarrollaría por la posesión de la Puna de Atacama, pues se ubicaba allende los Andes.

En 1886, fue Francisco San Román, también comisionado por el Gobierno de Chile para explorar la altiplanicie andina, quien advirtió cómo sobre una misma geografía se habían establecido líneas fronterizas diferentes, que transformaban la Puna de Atacama en un espacio donde convergían las soberanías de distintos países. En su recorrido por el río Susques —próximo a los 23°S—, el viajero señaló: “Geográfica o naturalmente”, eran aguas argentinas, mientras que, “según los tratados y el hecho”, constituía territorio boliviano que había sido adjudicado a Chile. Aún más, la descripción de San Román mostró los diferentes principios de demarcación que podían hacerse valer en los Andes septentrionales, refiriéndose a las distintas líneas que era posible apreciar en aquellas latitudes: la de altas cumbres —caracterizada como “regular y continua”—, y la de divisoria de las aguas, que seguía “un curso regular y tortuoso”. Entre estas dos líneas, explicó el viajero, el límite internacional estaba constituido por la cordillera orográfica y no la hidrográfica7.

La frase de San Román permite apreciar la variedad de representaciones de las cuales fue objeto la cordillera andina, pero también las distintas posibilidades de deslinde que era posible proyectar en los Andes. Además, constituye una muestra de la forma en que se modificó la postura chilena durante el proceso de demarcación de las cordilleras del desierto, pues años después el divortium aquarum sería erigido como principio de deslinde, destacando que esta condición geográfica posibilitaba trazar un límite continuo y estable en la cordillera de los Andes. Un ejemplo, también, de la forma en la que se fueron construyendo las tesis geográficas que debían regir el trazado de la línea de frontera para asegurar la soberanía de los territorios nacionales que se ambicionaban; conceptos geográficos que tienen su propia historia, la cual es posible explicar a través de procesos como la definición del límite internacional en la Puna de Atacama.

Ilustración No 1. “Mapa jeográfico de la Puna de Atacama”, 1905. Luis Risopatrón, La línea de frontera en la Puna de Atacama, Santiago, Imprenta i Encuadernación Universitaria, 1906.

En los últimos años algunas investigaciones han tomado como objeto de estudio la Puna de Atacama. Particularmente, las de Alejandro Benedetti, quien —entre otras materias— ha intentado explicar la delimitación de la altiplanicie a partir de su carácter geoestratégico. La disputa que a fines del siglo XIX sostuvieron Chile y Argentina por la meseta desértica respondió al contexto de competencia territorial que existía entre ambos países. Ninguno de estos aspiraba al dominio de la Puna por el interés de expandir una frontera económica, explotar recursos naturales o incorporar mano de obra, sino que el litigio fronterizo se explicaría a partir de la situación internacional existente, en la que Chile y Argentina desarrollaron una campaña de expansión de su soberanía, a través de posesiones de hecho8. Complementando esta interpretación, nuestro libro pretende mostrar otra arista del proceso de definición del límite internacional en la Puna de Atacama, explicando el paso de frontera natural a límite político en base al carácter decisivo que se le atribuyó a sus condiciones geográficas: determinar una línea fronteriza en las cordilleras del desierto significó proyectarla a lo largo de todo el deslinde internacional. De esta manera, la disputa por la altiplanicie se transformó en una controversia por el principio de demarcación que debía guiar el trazado de la frontera en toda la extensión de los Andes.

Uno de los mecanismos por medio de los cuales se intentó definir el límite internacional en la Puna fue el trabajo de peritos y comisiones de ayudantes que, por medio de operaciones científicas, fijaran en terreno las líneas previamente establecidas en los tratados. Los comisionados fueron encargados de resolver un problema científico y, si bien su participación fomentó el estudio y la construcción del conocimiento geográfico sobre las cordilleras del desierto, su quehacer no supuso el fin del litigio por la Puna de Atacama, sino que se transformó en un instrumento al servicio de los intereses y conveniencias nacionales. Un proceso que permite atender al problema que supuso la relación, no exenta de tensiones, entre el poder, el conocimiento y la configuración del territorio nacional en un contexto como el litigio chileno-argentino a fines del siglo XIX. En el transcurso de estos años, ambos Estados acudieron y consultaron a peritos y demarcadores que, por medio de procedimientos científicos, debían explorar, describir y cartografiar los Andes, promoviendo así el avance del conocimiento geográfico; sin embargo, su quehacer también estuvo orientado en función de las necesidades de los países que representaban.

Los integrantes de las comisiones de límites fueron conscientes de la dimensión política de su cargo y, a la vez, en su quehacer se aprecian las pretensiones de aportar con su experiencia en terreno y a través de la supuesta racionalidad del conocimiento geográfico a esta tarea de índole nacional, como lo era determinar el límite chileno-argentino. En este sentido, la investigación se inspira en los postulados de la historia social de la ciencia, intentando vincular la actividad científica y la construcción del conocimiento —en este caso, geográfico— con los contextos y las condiciones en que se desarrollan, así como analizar las formas en las que se utilizó el saber y las razones que existieron tras estas.

¿Por qué la cordillera de los Andes se constituyó en el límite chileno-argentino? ¿Por qué la Puna de Atacama fue un objeto de disputa entre Chile y Argentina? ¿Hubo expansión de Chile hacia las regiones allende los Andes? ¿Por qué los acuerdos internacionales fijaron líneas fronterizas inexistentes? ¿Qué papel ocupó la ciencia en el trazado de la frontera internacional? ¿Por qué fracasó el trabajo de los peritos y demarcadores? ¿Cómo se decidió el límite en la Puna de Atacama y por qué se utilizó un mecanismo diferente al aplicado en el resto de la delimitación de la cordillera de los Andes? Estas son algunas de las preguntas que nos planteamos en nuestra investigación, interrogantes que resultan de importancia para comprender el límite internacional actual que configura el territorio de Chile y Argentina, cuya cartografía —a simple vista— sugiere los diferentes procesos de demarcación que significó el trazado del deslinde. Las rectas que configuran la línea fronteriza en el norte se distinguen de las sinuosidades que sigue el límite chileno-argentino a medida que avanza hacia el sur.

El proceso de demarcación de la Puna de Atacama ofrece la posibilidad de realizar un ejercicio de historia de la geografía, en tanto permite apreciar cómo las transformaciones del territorio —o de algún elemento constitutivo de este, como los límites internacionales— fueron pensadas por una red de actores que participaron e intervinieron en la transformación del espacio9. Políticos, diplomáticos y hombres de ciencia, tanto chilenos como argentinos y otros extranjeros, fueron quienes se encargaron de convertir una realidad natural, como la meseta desértica, en un territorio nacional. Un proceso que permite apreciar los vínculos existentes entre el ámbito político y científico, entre el saber y el poder, señalando cómo se manifestaron estas relaciones en una geografía concreta como la Puna de Atacama.

Explicar el trazado del límite internacional en la altiplanicie y el conflicto de límites en general también permite comprender el papel histórico, político y geográfico que ha ocupado la cordillera de los Andes como frontera entre Chile y Argentina, mostrando que esta no es una realidad geográfica fija, ni menos una barrera natural entre ambos países, como generalmente se ha representado el cordón andino. La demarcación de la línea fronteriza en la Puna de Atacama demuestra que estos deslindes no constituyen realidades dadas, sino que construidas. No es la naturaleza la que establece las fronteras y los límites internacionales, sino que son las sociedades quienes los inventan. Explicar la historia de los límites es comprender la historia de los hombres que los construyeron10.

La historia de los límites ha experimentado una renovación durante los últimos años, particularmente con las investigaciones que explican el trazado de la línea fronteriza entre Estados Unidos y México. Estas han permitido ampliar las perspectivas desde las cuales se estudia el proceso de deslinde y demarcación, poniendo especial atención al quehacer de los hombres de ciencia, organizados en comisiones, que se encargaron de trazar en terreno el límite internacional. La Geografía, arma científica para la defensa del territorio y “La exploración de una frontera natural en el siglo XIX”, de la geógrafa mexicana Luz María Oralia Tamayo, constituyen ejemplos de lo que afirmamos. En sus escritos la autora muestra otra de las aristas del proceso de definición del límite internacional, explicando el papel de la ciencia en la demarcación de la línea fronteriza constituida por el río Bravo. Fueron los demarcadores los encargados de trazar en terreno el límite estipulado en el tratado Guadalupe-Hidalgo y por medio de su quehacer se intentó fijar de manera precisa la supuesta frontera natural. Sin embargo, esto significó una búsqueda de la línea internacional fijada en los acuerdos, pues —tal y como sucedió en el caso de los Andes— los comisionados se encontraron con el problema de que el tratado no se adecuaba con la realidad natural11. La investigación de Tamayo constituye uno de los ejemplos de las posibilidades que ofrece utilizar los escritos de los demarcadores como fuente histórica.

También, para nuestra investigación ha sido útil la obra de Joseph Richard Werne, The Imaginary Line. A History of the United States and Mexican Boundary Survey 1848-1857. En esta, el autor describe cómo fue la delimitación entre ambos países, reflexionando sobre las líneas imaginarias que intentaron trazarse en el desierto. Un proceso en el cual los límites se fijaron sobre espacios inexplorados y casi desconocidos para la ciencia, y los tratados que determinaron el deslinde —antes de definir líneas fronterizas claras— constituyeron objeto de múltiples interpretaciones. Un reflejo del carácter arbitrario del límite internacional dispuesto en el pacto se manifestó en el hecho de que no se consideró la existencia de un espacio habitado, descuido que tuvo como consecuencia diversos problemas con las comunidades indígenas, algunos de los cuales se mantienen hasta el día de hoy. Así, la obra de Werne permite apreciar las tensiones que existieron entre lo nacional y lo local, y comprender los efectos que ha tenido el proceso de definición del territorio nacional.

Otro de los aportes del libro es explicar cómo en la delimitación territorial intervienen las ambiciones y proyectos de cada país, lo que permite reflexionar sobre la manera en que durante estos procesos se construyen líneas fronterizas que son pretendidas antes que dadas: imaginar el territorio fue el primer paso para definirlo. Por otra parte, la obra de Werne contribuye a rescatar y comprender el papel de los topógrafos en la definición de la línea de frontera, quehacer que, según señala el autor, ha sido poco considerado, especialmente en lo que se refiere a los demarcadores mexicanos. La investigación además comprueba cómo el quehacer científico de los topógrafos durante la demarcación internacional no constituyó el fin del problema fronterizo, sino que más bien significó el fomento de las controversias, tal y como sucedió en el caso de Chile y Argentina12.

Estos trabajos permiten insertar el proceso de delimitación chileno-argentino en un contexto más amplio: el de la definición de los territorios nacionales americanos durante el siglo XIX. Sin embargo, investigaciones de otros procesos de demarcación también hacen posible delinear temáticas y problemas comunes respecto a lo que significó el trazado de las líneas fronterizas. Así lo demuestran los estudios de Joan Capdevila i Subirana sobre la fijación del límite hispano-francés. A partir de su investigación, el geógrafo catalán critica las nociones arraigadas que comprenden los Pirineos como una frontera natural, mostrando, a través de la construcción del límite entre Francia y España, cómo estas líneas divisorias son resultados históricos y sociales. Un proceso en el cual se entrecruzaron los principios jurídicos, la realidad natural, el quehacer de las comisiones de límites, las presiones estatales y locales, y la capacidad de cada Estado para incorporar y ejercer influencia en los espacios que pretendían. Todos factores que permiten problematizar la construcción de los límites internacionales, mostrando que el paso de las líneas fronterizas trazadas en el papel a la determinación de estas en terreno constituyó un proceso complejo y ambiguo13.

En los últimos años se han realizado una variedad de investigaciones que permiten apreciar las posibilidades de análisis que ofrecen las fuentes existentes sobre la demarcación de los territorios nacionales. Ejemplo de lo que señalamos se encuentra en el artículo de Jacobo García Álvarez y Paloma Puente, “Las comisiones de límites y las representaciones geográficas de la frontera hispano-portuguesa (1855-1906)”, en el que se abordan los trabajos de los demarcadores considerándolos como quehaceres significativos, en la medida que favorecieron por primera vez la representación geográfica y cartográfica moderna sobre algunos sectores del deslinde; imágenes que se convirtieron en objeto de disputa e instrumentalización de las reivindicaciones territoriales de España y Portugal. Por otra parte, escritos como los de Álvarez y Puente permiten proyectar cómo han influido estos procesos en las concepciones sociales del territorio, al reflexionar sobre la forma en que las representaciones geográficas basadas en conocimientos técnicos e instrumentos científicos influenciaron la institucionalización de la visión lineal e indivisible de la frontera14.

También, la publicación del Museo de Albuquerque, Drawing the bordeline. Artist-explorers of the U.S.-Mexico Boundary Survey, ha mostrado la potencialidad de los escritos y representaciones gráficas de la Comisión de Límites estadounidense-mexicana, por medio de las cuales se fue construyendo una visión del espacio, definiendo un límite en una zona fronteriza y representando un paisaje cultural del desierto que lo transformara en una realidad comprensible para la sociedad, tanto en términos intelectuales como visuales.

Finalmente, el trabajo de Bruno Capilé y Moema de Rezende Vergara ha expuesto cómo los instrumentos científicos utilizados por las comisiones de límites permiten explicar procesos históricos. A partir del uso del fototeodolito en la demarcación de la línea fronteriza argentino-brasileña, los autores analizan la práctica científica de la Comisión de Límites, explicando las condiciones sociales del conocimiento científico, la logística de producción de este en el contexto del litigio fronterizo y la relación que —al igual que el conflicto chileno argentino lo demuestra— existió entre la ciencia y la conformación del territorio nacional15.

En cuanto a la historiografía chilena, esta investigación se aparta de los trabajos realizados hasta el momento, los que, si bien constituyen un aporte en cuanto al conocimiento de los litigios fronterizos protagonizados por Chile y Argentina, han promovido una visión esencialista del territorio nacional y una historia de límites basada en descripciones maniqueas. Libros generalmente basados en fuentes jurídicas, las que además han sido seleccionadas en función del objetivo de mostrar la construcción de los límites internacionales de Chile y sus vecinos como un proceso continuo de desmembramiento territorial. Obras como Breve historia de las fronteras de Chile, de Jaime Eyzaguirre, constituyen un ejemplo de lo que afirmamos, pues son trabajos descriptivos que utilizan como fuentes principales los documentos jurídicos, omitiendo la complejidad que significó demarcar la línea internacional, especialmente en la parte norte. Además, deja entrever la correcta interpretación que supuestamente los chilenos habrían realizado de los pactos internacionales, sin analizar que los distintos significados que se atribuyeron a estos respondieron a los intereses territoriales de cada país, en función de los cuales se manipularon los conceptos geográficos16.

En distintos tomos de la Historia de Chile de Gonzalo Vial se pueden encontrar ejemplos similares, pues el historiador, a lo largo de todo su relato sobre los conflictos fronterizos de Chile, va mostrando cómo este país se vio asediado por Argentina, Bolivia y Perú, situación que habría obligado a las autoridades chilenas a intentar distintas maniobras, cediendo y negociando parte del territorio nacional. Hechos que el autor se encarga de explicar atribuyendo culpas individuales y responsabilidades colectivas, en un análisis que se acerca más a un juicio extemporáneo que a una interpretación del litigio que por décadas protagonizaron Chile y Argentina. Una de las novedades de la obra de Vial es darle protagonismo a quienes el historiador llamó los “hombres de los límites”, individuos que ocuparon un papel fundamental en el proceso de demarcación y en la construcción de conocimiento científico sobre el territorio chileno y argentino, y que han permanecido ignorados en los trabajos historiográficos17. Nuestra investigación rescata la importancia de estos individuos, en tanto hombres de ciencia y funcionarios del Estado.

Obras destinadas específicamente a la demarcación de la frontera en la Puna de Atacama, como el trabajo de Óscar Espinosa, han permitido conocer los antecedentes respecto a la delimitación de la meseta, contando con una completa información de las negociaciones políticas y diplomáticas que permitieron la fijación del límite internacional en la altiplanicie. Sin embargo, al igual que las investigaciones mencionadas, Espinosa sugiere una interpretación que se centra únicamente en el expansionismo argentino y que tiende a promover ciertas nociones comunes que se han utilizado para demostrar las dificultades que enfrentó el Estado chileno para demarcar su territorio, entre estas, los continuos intentos argentinos por obstaculizar los trabajos para el trazado de la frontera18. Una visión parcial, que ignora las tentativas tanto de Chile como de Argentina, desde el ámbito político, científico y diplomático, por dificultar la demarcación en la cordillera de los Andes.

En los últimos años, nuevos estudios han venido a ampliar las perspectivas respecto al litigio de límites chileno-argentino, como lo ejemplifican las investigaciones de Pablo Lacoste y Rafael Sagredo Baeza. El primero ha estudiado cómo los vínculos entre ambas repúblicas se han constituido en torno a la configuración del límite internacional, proceso en el que se ha construido una imagen del otro como expansionista y chauvinista, que desconoce los hechos históricos y promueven una imagen del país vecino como usurpador de territorios propios. Todas nociones que se han asentado y se han traspasado a los textos escolares, investigaciones históricas e imaginarios sociales19. Los trabajos de Rafael Sagredo Baeza no solo han permitido problematizar más el litigio fronterizo chileno argentino, comprobando, por ejemplo, que para la firma del Tratado de 1881 ya se había demostrado que las cumbres más elevadas de la cordillera de los Andes no coincidían con la divisoria de las aguas, sino que también sus investigaciones permiten comprender cómo las nociones de los Andes, que parecieran tan fijas y estáticas, han sido objeto de significados polisémicos, los que se expresaron especialmente durante los trabajos de demarcación emprendidos por los hombres de ciencia chilenos y argentinos, cuyo quehacer además fue reflejo de las relaciones entre ciencia y nacionalidad20.

Nuestra investigación se ha beneficiado de las contribuciones que han realizado los autores mencionados para estudiar la historia de los límites. Historizar el territorio y los deslindes internacionales, e incorporar el análisis de la esfera científica que tomó parte en el proceso de demarcación, además de los vínculos entre esta, la política y la diplomacia, son algunas de nuestras propuestas. Para esto hemos revisado principalmente las fuentes disponibles en el Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de la República Argentina, y los documentos del Centro de Documentación de la Dirección de Fronteras y Límites de Chile. Fondos que han permitido acceder a variados vestigios de la Comisión de Límites chileno-argentina en particular y del conflicto fronterizo en general. En estos acervos es posible encontrar la correspondencia entre los demarcadores y los peritos, entre estos y las autoridades de gobierno, los informes técnicos de los comisionados, representaciones gráficas de la cordillera de los Andes, telegramas y cartas intercambiados por los diplomáticos y autoridades de uno y otro Estado para negociar los pactos. Una variedad de documentos que revelan los múltiples factores que se entrecruzaron en el proceso de demarcación y las diversas posibilidades del límite chileno-argentino que entraron en disputa durante la segunda mitad del siglo XIX.

Las fuentes utilizadas también han permitido vincular el quehacer de los demarcadores en terreno, el trabajo de los peritos en el gabinete y las negociaciones políticas. Esta revisión fue la que posibilitó ampliar la variedad de actores y comprender los distintos elementos que intervinieron en la delimitación de la Puna, incorporando otras temáticas que superen el ámbito estrictamente jurídico. Asimismo, el trabajo en archivos de Buenos Aires y Santiago permitió el diálogo entre las fuentes “argentinas” y “chilenas”, revisión que resultó imprescindible para superar los relatos nacionalistas. Por último, los documentos disponibles en los archivos mencionados permiten aproximarse a otras dimensiones del proceso de demarcación de la Puna de Atacama que no se encuentran en las compilaciones que han publicado tanto instituciones públicas chilenas como argentinas. Obras que se han preocupado de seleccionar ciertos documentos y editarlos en función de construir un determinado relato, de manera de eliminar ciertos contenidos que aparecieran como incómodos. Por el contrario, el acceso a la correspondencia, informes y otro tipo de escritos de los distintos actores permitió contrastar los documentos publicados y acercarse a los problemas que significó el proceso de definición fronteriza.

Los capítulos se estructuran de acuerdo a un orden cronológico. El primero, tiene como objetivo analizar las negociaciones que dieron origen al Tratado de 1881, destacando cómo —desde entonces— se marginó intencionalmente el conocimiento geográfico sobre los Andes. Ambos países aprovecharon las contradicciones del acuerdo internacional y utilizaron las ambigüedades para delinear los criterios de demarcación que debían regir el trazado de la frontera. También, este apartado pretende explicar el origen de la disputa por la Puna de Atacama, mostrando la forma en que en las negociaciones entre Chile y Bolivia, y entre este último país y Argentina, se proyectó la disputa por los principios de demarcación. Las discusiones que dieron origen a los distintos pactos internacionales dan cuenta de cómo se estableció la cordillera de los Andes como límite internacional y, a la vez, permiten explicar las prácticas diplomáticas utilizadas por los respectivos Estados para desplazar al oriente o al occidente el cordón andino.

El segundo capítulo aborda la manera en que se traspasó el debate desde el ámbito diplomático al ámbito científico, describiendo la organización de la Comisión de Límites chileno-argentina. Además de explicar quiénes fueron los profesionales contratados para el trazado de la línea fronteriza, se pretende mostrar cómo desde la primera reunión de los peritos se iniciaron las controversias por el criterio de demarcación que debía regir los trabajos de deslinde. El quehacer de los peritos, establecido como mecanismo para definir el límite internacional, no quedó al margen de las ambiciones territoriales de los Estados que los contrataron.

Explicar el levantamiento del primer hito de la frontera es el objetivo del tercer capítulo, por medio del cual se intenta demostrar cómo la disputa entre las altas cumbres y el divortium aquarum se trasladó desde las discusiones de gabinete a las alturas de los Andes. Los trabajos ejecutados para demarcar el hito de San Francisco, en la zona sur de la Puna de Atacama, dan cuenta de la forma en que el quehacer científico constituyó una práctica relativa, que dependía de la nacionalidad de los demarcadores. Los comisionados comprendieron la trascendencia que tendría el primer lindero del deslinde internacional, proyectando las consecuencias que podría significar para la definición de la línea fronteriza a lo largo de toda la cordillera. El debate que originó el hito de San Francisco dio paso a nuevos acuerdos entre los Gobiernos y el establecimiento de nuevas técnicas para demarcar el límite internacional, disposiciones que no fueron suficientes para terminar la disputa fronteriza.

En el cuarto capítulo abordamos la incorporación oficial de toda la extensión de la Puna de Atacama al proceso de demarcación, por medio del Acuerdo de 1896. El análisis de las negociaciones que dieron origen a este convenio permite apreciar las representaciones que se hicieron de la meseta desértica: un espacio marginal que podía ser transado en función de otros territorios de mayor interés para los respectivos Estados. En este apartado se pretende demostrar cómo estas nociones influyeron en el quehacer de los demarcadores y, a pesar de que para el deslinde de la Puna de Atacama se tomaron medidas especiales, como la creación de una subcomisión destinada a trabajar en la meseta, esto solo constituyó una apariencia, pues en la práctica se intentó aplazar la demarcación de una región cuyas características geográficas podían definir la línea fronteriza que se adoptara a lo largo de los Andes.

Finalmente, el quinto capítulo explica la forma en que se resolvió el problema de la Puna de Atacama, mostrando cómo el quehacer de los demarcadores quedó interrumpido y se entregó a una comisión diplomática la función de definir el límite internacional en la altiplanicie. El mecanismo por medio del cual se puso fin al conflicto por la Puna revela la importancia estratégica que esta adquirió durante la disputa chileno-argentina, y mediante el trazado de líneas rectas en un mapa, los diplomáticos intentaron suprimir el significado que se le había atribuido a la altiplanicie como antecedente para la demarcación.

El libro que presentamos pretende ser una contribución al estudio del territorio y a la comprensión de la configuración actual del límite internacional chileno-argentino en la Puna de Atacama. Un esfuerzo que resulta significativo en una sociedad como la chilena, en la que el territorio se ha representado como un hecho geográfico natural, vedando su carácter cultural y, por lo tanto, la posibilidad de constituirlo como objeto de análisis histórico. Situación que, por lo demás, ha impedido el desarrollo de una discusión crítica y reflexiva sobre los límites internacionales y ha promovido posturas intransigentes que han abordado los mapas y el territorio como realidades fijas, cuando en la práctica los hechos reflejan que los límites internacionales y el espacio son construcciones sociales dinámicas, que cambian según el contexto y que admiten diversas representaciones21. Así lo demuestran no solo el conflicto marítimo que protagonizan desde hace años Chile y Bolivia, sino también el reciente problema de la minera chilena Los Pelambres, la cual, basándose en mapas chilenos oficiales que no estaban actualizados según los acuerdos firmados en la década de 1990, estableció un botadero en territorio argentino creyendo que era chileno22.

Finalmente, la investigación aspira a poner en valor el trabajo científico que significó la exploración y demarcación de la cordillera de los Andes a fines del siglo XIX, otorgando protagonismo a los hombres de ciencia que se ocuparon del estudio del cordón andino, el contexto en el que ejercieron su labor y el escenario que promovió el desarrollo del saber sobre los Andes atacameños. Un quehacer que resultó fundamental para el conocimiento de distintas regiones, pero que además fue delineando instituciones que se proyectan hasta el día de hoy, como la Dirección de Fronteras y Límites de Chile. Este organismo, que en la actualidad está a cargo de “preservar y fortalecer la integridad territorial del país”, tiene sus antecedentes en la Comisión de Límites chilena fundada a principios de la década de 1890. Entonces compuesta por expertos en materias geográficas, fue aquel grupo de profesionales el que comprobó, por medio de estudios y exámenes del terreno, que la supuesta integridad territorial era bastante más difusa de lo que hoy se supone, y que los fenómenos naturales que han sido establecidos como límites internacionales, antes que constituir una realidad geográfica inmutable, han sido un espacio de proyección de los intereses, ambiciones y proyectos nacionales23. Aspectos que han quedado vedados no solo en las discusiones actuales, que se han originado como consecuencia de los diferendos fronterizos de Chile con sus vecinos, sino que también han mantenido bajo reserva muchos de los documentos que permiten conocer el proceso de demarcación internacional. Defender la integridad del territorio se ha transformado así en un intento por des-historizarlo, un problema frente al cual este libro pretende ofrecer algunas posibilidades.


[1] Esta investigación fue preparada en el contexto del Proyecto Fondecyt 1130515, “Los hombres de los límites. La delimitación y demarcación de la frontera chileno-argentina. 1881-1908”, dirigido por Rafael Sagredo Baeza.

[2] Thomas Holdich, ¿Territorio en disputa?, Santiago, Editorial del Nuevo Extremo, 1958, 56.

[3] Ibidem, 53.

[4] Ibidem, 46.

[5] “El hombre que trazó una línea y dividió a dos países (que ni conocía)”, La Tercera, Santiago, 13 de agosto de 2017.

[6] Alejandro Bertrand, Memorias sobre las cordilleras del desierto de Atacama, Santiago, Imprenta Nacional, 1885, 198.

[7] Francisco San Román, Desierto y cordilleras de Atacama, Santiago, Biblioteca Fundamentos de la Construcción de Chile, Pontificia Universidad Católica de Chile, Cámara Chilena de la Construcción, Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, 2012, 160.

[8] Alejandro Benedetti, “La Puna de Atacama como construcción geoestratégica”, Si somos americanos. Revista de estudios transfronterizos, Santiago, VII, 2, 2005. Disponible en http://www.colef.mx/deap/wp-content/uploads/2015/02/2005-Puna-Atacama-si-somos.pdf

[9] Para esto seguimos la propuesta de Alejandro Benedetti, Un territorio andino para un país pampeano. Geografía histórica del territorio de los Andes (1900-1943), tomo I, Tesis doctoral, Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, julio de 2005.

[10] Para estos planteamientos seguimos los argumentos de Lucien Febvre, El Rin. Historia, mitos y realidades, México D.F., Siglo XXI, 2004 (1ª ed. 1935).

[11] Luz María Oralia Tamayo, La Geografía, arma científica para la defensa del territorio, México D.F., Instituto de Geografía-UNAM, 2001, y “La exploración de una frontera natural en el siglo XIX”, Investigaciones Geográficas, México D.F., 56, abril de 2005, 134-159.

[12] Joseph Richard Werne, The Imaginary Line. A History of the United States and Mexican Boundary Survey, Texas, Texas Christian University Press-Forth Worth, 2007.

[13] Joan Capdevila i Subirana, Historia del deslinde de la frontera hispano francesa. Del tratado de los Pirineos (1659) a los tratados de Bayona (1856-1868), Madrid, Instituto Geográfico Nacional, Centro Nacional de Información Geográfica, 2009. Disponible en http://www.ub.edu/gehc/pdf/Deslinde.pdf

[14] Jacobo García y Paloma Puente, “Las Comisiones de Límites y las representaciones geográficas de la frontera hispano-portuguesa (1855-1906)”, Revista de Historiografía, Madrid, 23, 2015, 67-100.

[15] Bruno Capilé y Moema de Rezende Vergara, “O desenvolvimiento do fototeodolito e seu uso na frontera entre Brasil e Argentina”, Historia Unisinos, São Leopoldo, 18, 1, enero-abril de 2014, 104-113.